GRUPO DE RECREACIÓN DE LA
ASOCIACIÓN NAPOLEÓNICA VALENCIANA:
MILICIA DE LA DEFENSA DE VALENCIA (1808)
El grupo de
recreación histórica MILICIAS DE LA DEFENSA DE VALENCIA (1808), fue creado por
la Asociación Napoleónica Valenciana en octubre de 2005 y representa a los
civiles y los batallones de Milicias Honradas que defendieron la capital ante
las tropas del mariscal Moncey el 28 de junio de 1808.
Esta unidad va uniformada con capotes de pechera simple, confeccionados en telas
más ordinarias de color blanco o marrón. El capote era una prenda muy habitual
en la época para pertrechar tropas sin el alto coste de las casacas y otras
prendas del uniforme del ejército regular. Algunos de los milicianos llevan
polainas militares y otros simples pantalones de lino o algodón.
También hay en este grupo una variada representación de la ropa civil de la época, tanto de hombres como de mujeres de distintas clases sociales, algunos de ellos van armados con fusiles y correajes militares y otros con trabucos y pistolas. Como prenda de cabeza llevan distintos tipos de bicornios, sombreros de tres picos y de ala ancha, pañuelos y redecillas valencianas.
LA DEFENSA DE VALENCIA
El 23 de mayo, el pueblo de Valencia, declaraba la guerra a Napoleón por medio del Palleter, siguió a esto una revuelta contra los ciudadanos franceses que residían en la ciudad, en su mayor parte comerciantes, optando la Junta, con el Capitán General Duque de la Conquista, por ponerlos en prisión a fin de salvaguardar sus vidas, pero una parte de la población encabezadas por el canónigo Calvo, ajusticiado después, asalto las prisiones asesinando a una gran parte de estos.
El 23 de mayo, el pueblo de Valencia, declaraba la guerra a Napoleón por medio del Palleter, siguió a esto una revuelta contra los ciudadanos franceses que residían en la ciudad, en su mayor parte comerciantes, optando la Junta, con el Capitán General Duque de la Conquista, por ponerlos en prisión a fin de salvaguardar sus vidas, pero una parte de la población encabezadas por el canónigo Calvo, ajusticiado después, asalto las prisiones asesinando a una gran parte de estos.
Aún así, las informaciones que le llegaban a Murat, eran que la sublevación
no se consolidaba y que con un pequeño contingente de soldados franceses seria
suficiente, para restablecer el orden. Entonces Murat ordenó al General Moncey
que se dirigiera hacia Valencia con la División Musnier, unos 8.000 infantes,
1.300 caballos y 16 piezas de artillería ligera, que debía actuar junto a las
fuerzas del General Chabrán, que había salido de Barcelona.
Moncey llegó desde Madrid por Cuenca y derrotó a las tropas españolas en
Contreras y Buñol, llegando a Quart de Poblet, donde volvió a derrotar a los
españoles en la batalla de Sant Onofre, el 27 de Junio. Parte de los vencidos,
junto con la población de los pueblos cercanos, se refugiaron en Valencia,
huyendo de las tropelías que, se decía, cometía el ejercito francés con la
población civil.
Desde Quart, Moncey exige la rendición de la ciudad, y aunque las autoridades, al frente de ellas, el Duque de la Conquista, estaban de acuerdo en entregarla debido a la falta de elementos militares que tenían, el pueblo entró en la Casa de la Ciudad, obligando a defenderla. La contestación fue la siguiente: “El pueblo prefiere la muerte en su defensa. Así lo ha hecho saber a la Junta, y esta lo traslada a V.E. para su gobierno.”
En aquella época Valencia estaba rodeada por la muralla medieval, un ancho muro de mampostería, almenado a trechos, con algunas torres y flanqueadas las principales puertas por torres más robustas, lo que hacía a la ciudad inatacable sin la acción de artillería pesada, de la que Moncey carecía. Vino a sumarse el refuerzo del muro en los sitios donde era más débil, con todo tipo de materiales y muebles. Por el norte, la ciudad estaba defendida por las 7 u 8 piezas del anticuado fuerte de la Ciudadela, y las puertas que no se creían bastante resguardadas por los muros o las torres vecinas (Mar, Russafa, Nou, Serrans y Trinitat), se cerraron y aseguraron con maderos, poniendo piezas de artillería en las calles que desembocaban en ellas por si los franceses conseguían atravesarlas.
En la zona Oeste, por donde venia el ejercito francés, la de Sant Vicent, se
cubrió con una batería y un foso, situando las tres piezas detrás de la puerta
cerrada, pero la gente obligó a dejarla abierta poniendo las piezas en la parte
de fuera, jurando no cerrarla hasta morir en su defensa.
A la de Quart, que se pensó corría más peligro, se le hizo delante una gran
zanja, se colocaron caballos de frisa y barricadas, en el primer cuerpo de la
puerta se abrió una tronera por donde un canon enfilaba el camino de Quart, y en
la puerta de madera se le hizo otra para poder disparar otro cañón sin necesidad
de abrirla. En la torre de Sta. Caterina se construyó un fuerte con sacos
terreros, caballos de frisa y un foso, posicionando 4 piezas de artillería.
En las murallas y tejados de las
casas próximas, se colocaron cerca de 20.000 valencianos, casi en su totalidad
civiles. Los pocos artilleros que había fueron ayudados por los marineros del
Grao, y el Regimiento de Cazadores de Valencia, junto a paisanos, se desplegó en
guerrilla por la huerta de Campanar.
A las 8 de la mañana del día 28 de junio, dos columnas francesas avanzaron a
retaguardia de la caballería, parándose a la vista de la ciudad. Al poco llego
Moncey estableciendo su puesto de mando en una alquería y volvió a conminar a la
rendición, recibiendo la misma respuesta. Sobre las 12 avanzaron las dos
columnas francesas sobre las puertas de Quart y Sant Josep. La primera se vio
detenida por el foso delante de la puerta y el fuego de las piezas y el de
fusilería desde lo alto de las torres, lo que les obligó a parapetarse en las
casas próximas. La otra columna se vio sorprendida en su camino por el fuego del
fuerte de Sta. Caterina, haciéndoles retroceder y atrincherarse en las huertas,
posicionando artillería. Mientras en la puerta de Quart los franceses no podían
avanzar ni retirarse, debido al nutrido fuego que recibían desde el cañón del
primer piso y del de la puerta que, por comodidad o valentía, ya no disparaba a
través de la tronera. Joan Batiste Moreno, armado solo con una espada, se
dedicaba a abrir la puerta para dispararlo y a cerrarla para cargar. Como la
munición comenzaba a escasear, se dedicaron a cortar trozos de rejas y balcones
para convertirlos en metralla.
Los franceses llevaban ya más de dos horas de combate y no habían podido
posicionarse cerca de la puerta, entonces pusieron en acción dos piezas que
tomaron como blanco la puerta y las torres, haciendo los agujeros que hoy pueden
verse, sin mayores daños a los defensores. Moncey mismo tuvo que retirarse de la
alquería donde estaba cuando un cañonazo le arrancó la pierna a uno de sus
ayudantes.
Entonces las fuerzas que estaban en la huerta de Campanar, cruzando el río
atacaron a la retaguardia francesa haciendo huir a los artilleros que tuvieron
que clavar los cañones, obligando a los que combatían en el fuerte de Sta
Caterina a abandonar el asalto para junto a las reservas rechazarlos al otro
lado del río.
Animado por este éxito, decidió Moncey atacar las puertas de Sta Llucia y la de
Sant Vicent, pero el fuego de los defensores tuvo el acierto de desmontar los
cañones que habían posicionado los franceses. Unido a esto las salidas que
hacían los civiles en guerrilla por las huertas, hizo que el enemigo tuviera que
retirarse de las casas que había ocupado. Mención especial merece Miquel García,
mesonero de la calle de Sant Vicent, que hizo él sólo a caballo cinco salidas,
llevando en cada una 40 cartuchos, usándolos con mucha efectividad. En la
última, el caballo cayó muerto al volver junto a las puertas de la ciudad.
Así llegó la noche y se acabaron los combates. Entonces se dio agua a las
acequias inundando el campo francés, y se quemaron algunos edificios y los
cañaverales que podían dar cobertura al enemigo. Al amanecer, Moncey, viendo que
ya tenía mas de 2.000 bajas, incluido el General de Ingenieros Cazal, y no
llegando las tropas de Chabrán desde Cataluña, que habían sido derrotadas en la
2ª acción del Bruch, decidió retirarse hacia Madrid, abandonando gran cantidad
de material.
La victoria en palabras del Conde de Toreno, futuro historiador y diputado en
las Cortes de Cádiz, “tuvo visos de maravillosa, ya que nunca antes fue
derrotado un ejército profesional, por una fuerza compuesta casi exclusivamente
de civiles”.
Valencia resistió hasta el mes de Enero de 1812, cuando cercada y después de un
intenso bombardeo, capituló ante Suchet, quien recibió por este hecho el título
de Duque de la Albufera.
Texto: Fernando Boan Montenegro